Opinión: La participación es la nueva innovación
|Vivimos en una época de grandes cambios, en la que la tecnología es una de las principales fuerzas motrices de esos cambios. La realidad es que gracias a la tecnología, el ritmo del cambio a nuestro alrededor continúa incrementándose y plantea desafíos importantes en el universo de la informática, la empresa y la sociedad en general.
Por Jim Whitehurst, Presidente y Director General de Red Hat
Seguirle el ritmo a estos cambios y superar esos desafíos demandará ideas innovadoras y nuevas soluciones creativas. Pero muchos de los obstáculos que enfrentamos, desde una productividad desacelerada y un crecimiento económico estancado, hasta escuelas sub-financiadas y el cambio climático, son sencillamente muy grandes como para que los aborde solo una persona o empresa en particular.
Debemos buscar formas de trabajar en conjunto. Y para hacerlo, necesitamos estar dispuestos a abandonar nuestra forma de pensar convencional acerca de cómo se hacen las cosas. Necesitamos adoptar la noción de que la participación es la nueva innovación.
Estamos a punto de ingresar a lo que los asistentes del Foro Económico Mundial que se llevó a cabo en Davos este año, denominaron la Cuarta Revolución Industrial. En tanto fueron los molinos industriales los que en el siglo 18 dieron comienzo a la primera Revolución Industrial, y las pequeñas máquinas eléctricas fueron las que impulsaron la segunda, fueron las computadoras las que en la década del 70 nos condujeron a la tercera era industrial con la introducción del microchip.
Las estructuras organizativas de hoy en día crecieron a partir de los avances forjados desde estas épocas diferentes. La mayoría de las organizaciones, por lo general, se destacan por impulsar la eficiencia en entornos estáticos, como el lugar de trabajo, un aula o incluso una sala de hospital.
Pero es la evolución continua de las computadoras y de la tecnología informática, la que nos ha hecho entrar en una era completamente nueva, una que promete cambiar todo lo que creíamos conocer sobre cómo se hacen las cosas.
Como una vez dijo Steve Jobs, “la computadora es como una bicicleta para la mente porque nos permite multiplicar nuestras capacidades y la velocidad a la que lo hacemos”. Hoy contamos con tecnología informática emergente a la que denominamos inteligencia artificial, que promete incluso romper los lazos del mundo físico, lo cual nos permitiría pedalear aún a mayor velocidad. Esto nos lleva a preguntarnos ¿cómo es posible seguir ese ritmo y, mucho menos, adelantarnos a él? ¿Cómo podemos inspirar a las personas para que innoven y conciban nuevas ideas revolucionarias a la altura de la creación de la máquina de vapor o la CPU?
La respuesta consiste en aceptar el poder de la participación y la innovación abierta. Cuando podemos reunir grupos de personas de diferentes organizaciones y disciplinas y les damos la libertad de trabajar juntas, nuestra capacidad de innovar es mucho más grande. Cuando pienso en código abierto, no se trata de obtener la mejor solución individual de entre miles de personas, sino de arribar a una solución mejor entre miles de personas trabajando juntas. Se trata de la forma en que logramos una sinergia en la innovación al participar en conjunto.
Pensemos en la analogía de una orquesta integrada por muchos músicos individuales cada cual dotado de habilidades y talentos propios. La función del director es combinar a esas personas de forma tal que la música que creen, sea mejor que lo que cada uno de esos músicos podría producir por sí solo. Pero para crear música maravillosa, los más grandes directores reconocen que lograr el producto más creativo de su gente depende de saber ceder el control.
En lugar de trabajar en forma descendente, fiel a un modelo de mando y control, los mejores directores sólo generan las condiciones en las cuales los músicos son libres de alimentarse unos de otros. Como dijo el célebre director de orquesta israelí Itay Talgam: “El peor daño que puedo hacerle a mi orquesta es darle una instrucción clara. Eso impediría el ensamble, el que se escuchen entre sí, tan necesario en la orquesta”.
Esto mismo se aplica al modo en que trabajamos. No se puede impartir una orden así nomás instando a alguien a “innovar”. En cambio, como líderes, necesitamos generar y catalizar las condiciones en las cuales las semillas de la innovación puedan germinar a través de la participación.
Y al igual que sucede en una orquesta, para sobresalir necesitamos una pluralidad de talentos. Independientemente de cuán grande sea su organización, siempre habrá más gente inteligente y con opiniones y experiencias distintas fuera de sus paredes que dentro. Si quiere asegurarse de estar maximizando su potencial de innovación, necesitará aprovechar esos recursos aun cuando se extiendan a otras organizaciones o incluso geografías. Cuando el pensamiento trasciende estas fronteras, se pueden lograr muchas más cosas todos juntos.
En Red Hat observamos este poder de la participación todos los días en el universo del código abierto, donde la innovación impulsada por el usuario es la que sustenta los avances que se ven en el cloud computing, los contenedores de Linux, la tecnología móvil y los grandes datos. Es este movimiento participativo – que marca el ritmo de la innovación – el que logró que las soluciones de código abierto se hayan convertido en la opción por defecto en la TI.
Pero las empresas de tecnología no son las únicas que pueden sacar provecho de los beneficios de la participación y el código abierto. Una de las razones por las cuales escribí mi libro “La Organización Abierta” fue para inspirar a otros a que se planteen la adopción de la apertura y la participación en sus organizaciones y comunidades. Tanto la participación como el código abierto están ayudando a transformar el mundo, al cambiar lo que es posible.
En el área de gobierno, los datos de libre acceso y la participación ciudadana están ayudando a aumentar la transparencia e introducir nuevos servicios disponibles a los ciudadanos. En el ámbito de la salud, el libre acceso puede ayudar a salvar vidas o fomentar avances increíbles. En las escuelas, el open source está transformando la educación y la forma en que nuestros alumnos aprenden, además de facilitar un mayor acceso que ayudará a desarrollar la próxima generación de innovadores, líderes y ciudadanos globales. Las soluciones de código abierto – en tecnología y en otras áreas – está haciendo posible lo imposible.
Imagínese si los principales sectores de la sociedad comenzaran a funcionar en ecosistemas interoperables construidos sobre principios del código abierto, como son la transparencia, el intercambio y la participación masiva. ¿Cómo se verá nuestro mundo en unos diez o veinte años si liberáramos esa clase de potencial innovador?
Creo que nuestra habilidad para aprovechar e incentivar la capacidad creativa de miles de millones de personas de todo el mundo será la que determine el ritmo del progreso humano en el próximo siglo. Ésa será la verdadera recompensa de la participación.