Opinión: Ciudades Inteligentes

De acuerdo al primer ranking respecto del potencial de las ciudades chilenas para convertirse en urbes inteligentes, realizado por la Fundación País Digital en 2014, Santiago está en el primer lugar entre 56 ciudades analizadas. Luego vienen Puerto Montt y Concepción. Los factores evaluados fueron movilidad, gobierno, economía y sociedad.

Por Rodrigo Acevedo, Gerente General Entersoft

Y es que, cuando la conectividad y la movilidad crecen rápidamente, el acceso y los servicios toman un rol preponderante. Sólo como ejemplo, y de acuerdo con datos de Gartner, las ventas mundiales de smartphones alcanzaron los 349 millones de unidades en el primer trimestre de este 2016, lo que supone un 3,9% más que en el mismo período del año pasado. Ello muestra la importancia que cada vez más adquiere para las personas el contar con un dispositivo que le permita mucho más que únicamente comunicarse.

En ese contexto, es viable preguntarse de qué manera la ciudad responde a esa demanda y es ahí donde surge nuevamente el concepto de ciudades inteligentes, es decir, de qué manera el desarrollo urbano basado en la sostenibilidad es capaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de instituciones, empresas y de los propios habitantes en todos sus ámbitos de acción. Para eso, las tecnologías de la información y comunicaciones son claves.

El uso de Big Data, por citar un caso, implica el procesamiento de una enorme cantidad de datos provenientes de diversas fuentes, entre ellas, los mismos ciudadanos. Esto puede permitir llegar a predecir acontecimientos de la vida urbana, como la localización y hacer correlaciones que apoyen la calidad de vida de las personas y los servicios para hacer más eficiente los procesos de interacción ciudadana.

Lo mismo sucede con la masificación de la computación en la nube, el crecimiento de una red pública y la Internet de las Cosas, entre otras tecnologías de vanguardia. Las opciones son interminables, siempre y cuando vayan en armonía con el objetivo final de mejorar la calidad de vida y hacer más eficaz el ser ciudadano.

La tecnología está disponible para eso y más. No obstante, poco sirve si no está bien desarrollada y aplicada; si no existe una retroalimentación factible y viable; si no hay leyes que regulen, protejan y permitan una estructura y una infraestructura acorde. Poco sirve contar con aplicaciones de última generación si la red no permite su acceso o si el servicio post venta es deficiente o si una parte del proceso funciona mal. Los desafíos son grandes, pero también son oportunidades para acercarse más eficientemente al desarrollo del que tanto se habla.